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Su Majestad la Emperatriz Michiko

Su Majestad la Emperatriz Michiko

Su Majestad la Emperatriz Michiko

La Emperatriz de Japón

¡Les saludo a cada uno de ustedes, que leen este manifiesto y a los que no son indiferentes por el destino de sus seres queridos, familiares y amigos, los que no son indiferentes por el destino de las futuras generaciones, la paz y el bienestar de la comunidad en que viven! Me dirijo a aquellos, para los que el problema de la drogadicción les ha tocado de cerca y a aquellos que están bien lejos de ella. Todos somos hermanos y hermanas, somos los que estamos en disposición de ayudar a los necesitados y de proteger a los informados. Estamos en condiciones de ayudarnos mutuamente y ese es nuestro deber.
La drogadicción es probablemente lo más trágico que pudiera ocurrirle a alguien. Miles de personas, que por curiosidad decidieron experimentar nuevas sensaciones con la esperanza de abrir para sí un nuevo mundo, mueren cada año.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial el problema de la drogadicción adquirió una escala no antes vista en Japón. Durante la contienda los soldados recibían dosis de anfetamina para aumentar su actividad, el valor y reducir el cansancio y el hambre. Pero la guerra terminó y la dependencia quedó en la gente. En los años 50 del pasado siglo el problema se hizo catastrófico, pero el gobierno supo prevenir la proliferación de la epidemia y recrudeció la política de lucha contra los narcóticos.
Como tal vez conozcan, en Japón existe una política estricta con relación al tráfico de drogas y el consumo de narcóticos. Además, la sociedad mantiene una actitud muy negativa con relación a los que han sido implicados alguna vez en tales acciones. En los japoneses se cultivan desde la infancia tales rasgos del carácter como el respeto a las tradiciones, la disciplina y el dominio de sí mismos. La lealtad a la autoridad y el espíritu de sumisión, regulan la vida y el comportamiento de cada miembro de la sociedad siguiendo normas estrictas, cuyos sentidos no son puestos en duda por nadie bajo ninguna circunstancia. Esas son las condiciones imprescindibles para la existencia del orden. Cada japonés conoce desde la infancia, que traspasar ciertos límites le puede privar de determinado status en la sociedad. Partiendo de esos principios, el problema de la drogadicción se equipara con la cuestión de la moral y, no todo ciudadano se atrevería a ir en su contra, puesto que mucho en su vida depende de la opinión de los que le rodean.
El Centro de prevención de abusos de consumo de drogas y la policía realizan un gran trabajo en la lucha contra el consumo y el tráfico ilegal de drogas. Los centros de rehabilitación y comunidades del país ayudan en el tratamiento de los que no resistieron a la tentación. Creemos que en el día de hoy Japón es uno de los países en el que problema de la drogadicción no tiene la grave magnitud de los países occidentales. Para muchos japoneses es incomprensible la política de algunos países de occidente con relación al consumo de drogas blandas, permitiendo su libre difusión.
La lucha contra la drogadicción debe comenzar con la exterminación de sus fuentes, y para ser más precisa, de sus distribuidores. No tiene menor importancia la educación de la conciencia social, y la inclusión del estado en la solución de esos problemas sería un factor esencial. Puede ocurrir que una persona haya sido bien educada en su familia pero las condiciones para su caída a la drogadicción hayan surgido por circunstancias a las que el mismo estado dejó de prestar su debida atención. Por ejemplo, el desempleo y la pobreza son factores que llevan a la desesperación a muchas personas. Es por eso que el estado debe considerar las necesidades de sus ciudadanos, convertirse en la autoridad que cada ciudadano respete y, lo fundamental, que las personas comprendan que la felicidad no se puede hallar en los estupefacientes. La felicidad está en otras cosas como la perfección de la personalidad y la familia. En Japón la política oficial, la relación de la sociedad y la conciencia de cualquier japonés con raciocinio están sintonizadas en una misma onda – contra la drogadicción. Y yo considero que cada persona con uso de la razón debe pensar de igual manera.
Nuestro objetivo – un futuro sano. Nuestro “mañana” depende de cómo vivamos “hoy”. Tengo la esperanza de que cada uno de Ustedes sea oído y vuestras voces lleguen a todos. ¡Cuiden su futuro y cuiden a sus hijos!

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