Concurso Transnacional Antinarcotico por Internet "Maya". Videos, fotos, carteles, dibujos contra la narcomanía y el alcoholismo

Página principal / Confesiones /

Confesiones de un drogadependiente

Confesiones de un drogadependiente

Autor:   Admin

Pais::   Estados Unidos

Fecha de adición: 29.02.2012

  El aturdido joven se dirigió hacia una habitación, volvió con un grabador, y lo colocó sobre una mesa. Al lado del mismo se hallaba un vaso con un líquido viscoso. 

Hola, mi nombre es Patricio... sólo Patricio, no creo que merezca llevar apellido, el apellido de mi “perfecta familia”... Bueno, para comenzar soy un drogadicto en recuperación, no, soy drogadicto simple y llanamente, ¿a quién quiero engañar? Quiero que este casete lo entreguen al grupo de ayuda para drogadictos de la calle Fratzer 580, sea quien sea el que escuche esto: policía, doctor, o alguien del edificio... les quiero decir que yo fui a ese mismo grupo, hará tres años, y... me sirvió, creo... Bueno, antes que nada, es lo mejor que se puede hacer. 
Para empezar, quiero que quede claro que yo no voy a contar la historia de un inseguro joven 
drogadicto, que fue a un grupo de ayuda y todos terminaron felices... odio eso, lo odio, pero tengo que ser sincero por lo menos una vez en la vida. La verdad... no sé por qué diablos estoy haciendo esto... supongo que me da algo de paz. Tengo 19 años pero el aspecto de alguien de 40, empecé a drogarme cuando tenía 15, tan sólo 15... en aquel entonces vivía con mi familia, una excelente familia adinerada. Pero... el problema en este caso fueron mis amigos... ¿amigos? ¡Eran unos verdaderos hijos de puta, y yo un perfecto pelotudo! Disculpen mi vocabulario, pero no estoy para formalidades. 
Yo era un mimado hijo de ricos, excelente alumno, algo introvertido pero al fin, una buena persona. Tenía mis metas, quería ser abogado o ingeniero electrónico, formar una familia... sueños de adolescente, pura fantasía, que no me sirvió más que para acordarme día a día en la basura que me convertí. Teo y Max, ¿cómo olvidarlo? No eran del colegio; me enseñaron cómo pasarla bien con unos pocos dólares, que luego me fueron pidiendo a mí. Yo siempre había querido entrar a su “club”. Cuando salía del colegio me quedaba en una esquina y los esperaba, sabía que pasaban a las 17:40 con sus motos, luego las estacionaban frente a un bar... ¡Dios cómo los admiraba! Miraba a mis compañeros y les decía: “Yo voy a ser su amigo, ya van a ver” entonces todos se reían diciendo: “ Andá, si tu papi no te deja tomar ni una cerveza” Y ésa fue la gota que colmó el vaso. 
Cada día me fui acercando más y más, hasta que me aceptaron como uno de los suyos o... al menos eso creí. Teo tenía 27 y Max 25; me sentía alguien, sí, con ellos me sentía... vivo. A... las pocas semanas no sólo era cerveza, sino cigarrillos... marihuana, cocaína y así sucesivamente. Es que... ¿cómo explicarlo? Me sentía alguien, vivo, sí: vivo. Con las drogas me animaba a todo, el niño tímido y mimado desaparecía por completo. Yo estaba bien, muy bien. Pero... fue todo momentáneo, porque luego vino la mierda, y yo lo sospechaba porque jamás vi a Teo o Max drogarse... ellos me pidieron dinero por la droga; al principio no tuve problemas en conseguirlo, pero luego mis padres me lo negaron, ya era demasiado y sospechaban... 
Yo estaba desesperado... ya la droga no era para poder pasarla bien, sino era una necesidad fisiológica de la cual no me podía escapar. Mi cuerpo pedía a gritos un poco de droga... yo no lo podía controlar, y realmente no lo pude. Escapé de mi casa y me fui a vivir con mis... “amigos”. Ellos mismos me enseñaron a robar, entraba a las casas armado y me llevaba todo lo que podía. Claro que gracias a mi padre nos encontraron y... a mi no me pasó nada, pero Teo y Max fueron a parar a la cárcel, ¿qué raro, no? Se hizo justicia... bueno... ahora que lo pienso bien no tenía nada de raro, pues mi padre era rico, y la justicia sólo es para los ricos, ¿no? 
En fin, los hijos de puta de Teo y Max fueron a parar al calabozo, pero no se llevaron mi sed de droga, los putos me dejaron el vicio... mis padres quisieron ayudarme y me mandaron a un grupo, a este grupo, donde pude conocer a chicos como yo. Cuando estaba con ellos sentía que la droga era una mierda, que no resolvía los problemas, los empeoraba, te mataba lentamente y no sólo te hacía daño a vos, sino también a tus seres queridos. Me decían: “Pensá en tu madre, tu padre, tu hermanita...” y yo pensaba en ellos, y detestaba a la droga... 
Pero cuando quedaba solo, cuando estaba encerrado conmigo mismo, mi sed de droga ascendía a mil decibeles; porque, y aunque duela, es la pura verdad: era una necesidad fisiológica, y yo nada podía hacer contra aquello. Las cosas habían empeorado: yo me seguía drogando con cualquier mierda que encontraba a mi alcance, luego iba al grupo y... sólo me servía para sentir la mierda que era, pues iba y mentía, mentía... mi familia me felicitaba y yo me sentía una verdadera basura. 
El momento que me marcó para siempre fue un jueves, cuando mi sed de droga “cara” se hizo incontrolable, necesitaba efectivo, lo necesitaba con desesperación. Sabía que mi padre no me lo daría, y como me controlaban en todo momento... miré a mi izquierda y vi a mi hermanita de tres años jugando, yo me dirigí hacia ella y saqué mi navaja. Luego fui con mi padre. Me miró a los ojos, lo recuerdo como si fuera ayer, y yo le dije que si no me daba mil dólares... la mataba. Mi padre no tenía ese efectivo en su bolsillo... yo me desesperé y... la maté. No sufrió mucho porque le corté la garganta, la sangre salía como una catarata... cuando reaccioné, sólo pude correr, ¿hacia dónde? Ningún lado, sólo corría pensando en dejar todo atrás, como si pudiera olvidarlo. 
Nunca me encontraron, y creo que ni siquiera lo intentaron, ellos pensaban que yo terminaría matándome de una sobredosis. Y busqué morirme, claro que lo busqué, pero nunca me drogaba lo suficiente como para matarme. Ya no puedo hacer nada, nunca pude; soy un pelotudo, una basura, me odio tanto... ¡Cuantas veces juré no volver a drogarme! A veces me sentía tan fuerte... pero esa fuerza se iba desvaneciendo poco a poco, y a la semana, o uno o dos días, ya estaba con una jeringa endovenosa, inyectándome cualquier mierda. Ya es tarde, demasiado tarde... si hubiera sabido, si hubiera sabido... pero así es la mierda de la vida, cuando te das cuenta que la droga es una mierda, ya es tarde, ya forma parte de tu vida, como lo dije antes: ya es una necesidad fisiológica de la que no podés ni esconderte ni escapar. Lo máximo que pude pasar sin drogarme fue una semana, me repugno, me doy asco, me siento tan débil, sé que no puedo controlarlo, y no lo pude hacer por mí ni por mi familia. Tal vez halla alguien que pueda salir del pozo sin fondo y obscuro de la droga. Yo no pude, no puedo... 
Es una tortura eterna, en la que día a día recordás todo lo que sufriste, lo que hiciste sufrir, y , sobre todo, todo lo que sufrirás. 
En este momento, todos mis recuerdos tristes se me vinieron a la mente y... no me avergüenza decirlo, estoy llorando; pero sé que jamás podré desahogarme, jamás. ¡Puta madre! Me hubiese gustado decirles: me curé, estoy bien, vos también podés... no puedo decirles eso. Pero sí una cosa: en la droga siempre cuando te das cuenta es tarde, por eso que ni se te pase por la cabeza drogarte; eso no va a hacerte más extrovertido o alguien, no va a solucionarte ningún problema, sólo te traerá uno más, y mil veces peor y... cuando te des cuenta... ya va a ser tarde. Mi mierda no se la recomiendo a nadie. ¿Qué me queda? Esperar la única paz: la muerte. Sólo deseo no pensar más, flotar en una nube donde todo sea quietud y sentir paz, no pensar más, estar rodeado de blancura y flotar y flotar y que todo sea paz, no pensar más, luego ver una luz muy blanca y que el Señor se apiade de mi alma... dirán que soy un cobarde, tienen razón: soy un cobarde, no puedo enfrentar a la vida, ya no quiero más esta vida de muerte. Acá tengo un vaso que contiene un veneno que actúa a los segundos de haber sido ingerido. Perdonen por no haber podido contarles una historia con un final feliz, yo no intento justificarme, pero necesitaba que alguien sepa lo que siento. Así, de una vez por todas, pueda, quizá, hallar un trozo de luz en este túnel interminable..

  • Postear en Facebook
  • Postear en Twitter
  • Postear en LiveInternet
  • Postear en LiveJournal

Comentarios:

No hay comentarios

Consecuencias de la narcomanía Como dejar de consumir drogas El caso más horrible de la vida de un drogadicto